Nada Facil
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nataciónSiempre me ha intrigado el ¿por qué? una persona adulta toma la decisión de aprender a nadar, de someterse a la humillación de una clase de natación. Al ser animales terrestres someternos a la vieja moda del andar a pie nos es algo indispensable para nuestro día a día, pero la natación no. Hay tantos deportes que son más divertidos, menos exigentes que la natación que realmente no hay un motivo contundente para aprender a nadar a una edad… digamos que… avanzada.

Viendo a mis alumnos tomar agua, que se le pongan los ojos color, que se le salgan los mocos; que esos mocos terminen en zonas lejanas de la cara; que al señor se le caiga el vestido de baño y muestre toda la nalga; que la señora se le corra el vestido de baño y se le salga media teta. Aprender a nadar es mentalmente y físicamente pesado, así que ¿por qué hacerlo? Esta pregunta lleva rondando mi cabeza varias semanas así que decidí buscar la respuesta donde todos buscamos respuestas hoy en día… Google. Los resultados arrojados no fueron muy satisfactorios, pero lo que si encontré fue un ensayo titulado “Caminar” de Henry David Thoreau.

Thoreau en su ensayo de 1861 acerca de “Caminar”, nos ilustra como esta actividad primal, de poner un pie frente al otro, nos conecta con nuestra esencia más salvaje, con esa fuente de vitalidad que nuestra sociedad sedentaria va secando poco a poco. El ensayo vale la pena leerlo (lo consiguen gratis aqui) y como nadador no podía sino sentirme identificado con las emociones y pensamientos del autor.

La natación es un movimiento tan primal como el caminar. Paso a paso y brazada a brazada hemos recorrido este mundo con el fin de sobrevivir, descubrir y soñar. Por más que todos sepamos caminar, Thoreau dice,

caminar

“En el curso de mi vida me he encontrado sólo con una o dos personas que comprendiesen el arte de Caminar, esto es, de andar a pie; que tuvieran el don, por expresarlo así, de sauntering [deambular]: término de hermosa etimología, que proviene de “persona ociosa que vagaba en la Edad Media por el campo y pedía limosna con pretexto de encaminarse a la Sainte Terre”, a Tierra Santa; de tanto oírselo, los niños gritaban: “Va a Sainte Terre”: de ahí, saunterer, peregrino. Quienes en su caminar nunca se dirigen a Tierra Santa, como aparentan, serán, en efecto, meros holgazanes, simples vagos; pero los que se encaminan allá son saunterers en el buen sentido del término, el que yo le doy.— Hay, sin embargo, quienes suponen que la palabra procede de sans terre, sin tierra u hogar, lo que, en una interpretación positiva querría decir que no tiene un hogar concreto, pero se siente en casa en todas partes por igual. Porque éste es el secreto de un deambular logrado. Quien nunca se mueve de casa puede ser el mayor de los perezosos; pero el saunterer, en el recto sentido, no lo es más que el río serpenteante que busca con diligencia y sin descanso el camino más directo al mar.”

Comparto el sentimiento con Thoreau de que hay pocas personas que comprenden el arte de caminar, así como hay pocas que entienden el arte de nadar. Y también estoy dea cuerdo en que no importa el cuero de agua en el que uno esté nadando uno “se siente en casa en todas partes por igual”. Nadar no es dar brazadas incesantemente hasta completar el trabajo o llegar al destino. Nada tiene que ver el nadar en una piscina, con el nadar en un río o con el nadar en el mar; cada cual es su propia experiencia, con sus propios movimientos y sus propios pensamientos. Cada cual de estas diferencias le da una adición de placer, un gusto a cada modalidad.  Pero hay algo que une a todos los nadares y es la soledad.: la droga de muchos y el tormento de otros. Y es esta soledad en parte la que me engancha a la natación sea donde sea que se practique. Para mi la soledad genera un placer que la compañía nunca entenderá. Hector Abad Faciolince, escritor colombiano y nadador empedernido, nos suelta una metáfora con el afán de desentrañar el gran misterio de por qué nos gusta nadar, “Nado para que nada me afecte, Nado para estar solo y en silencio dentro del agua, como antes de nacer.” Nietzche creía que la sociedad le arranca a uno de su propio ser, y que la soledad le devuelve a uno el alma.

No soy creyente en una soledad tan extrema como la de Nietzche, pero si creo que entre el silencio y la soledad me encuentro “yo”. Alan Watts en su charla “Self and Other” (transcripción en inglés) hace caer en cuenta de la cantidad de gente que le tiene miedo al silencio; si te fijas hay personas que siempre necesitan que algo esté pasando alrededor de ellas. Si están solas, tienen que estar viendo televisión, escuchando música, hablando por teléfono o chateando por Whatsapp. Esto lo hacen por que se sienten solas y se sienten agobiadas por la soledad.  Pasan gran parte de su tiempo alejándose de ellas mismas. “Uno tiene que tener un Yo algo miserable”, dice Watts “para querer estarse alejando de uno mismo con tanta frecuencia”. Para mi esos pequeños momentos de soledad en los cuales me puedo sumergir en mi mismo, como sumergido en el agua, son los que narcotizan al nadador y lo hacen pedir más. natacion

¿Y tú que opinas?¿Qué es lo que te atrae de la natación?

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